Cuando hablamos de que un material es biodegradable nos referimos a que ese material es capaz de descomponerse en elementos químicos naturales por la acción de microorganismos (principalmente bacterias), y a su vez esos elementos químicos pueden ser re-absorbidos nuevamente por la naturaleza.
Entendemos entonces que la biodegradación puede ser utilizada para eliminar contaminantes tales como desechos orgánicos, papel, etc. Pero no es tan sencillo como parece, ya que puede llegar a ser un proceso bastante complicado si a esto añadimos que tales desechos pueden estar mezclados con otros compuestos como lo son los metales pesados lo que dificulta mucho la degradación.
¿Cómo sabemos que un material no es biodegradable?
Todo aquel material que necesite un lapso de tiempo extremadamente largo para descomponerse o supere la capacidad de los organismos descomponedores para procesarlos, es un material no biodegradable.
Si estamos pensando en proteger nuestro medio ambiente, eso requiere a su vez que utilicemos materiales que sean biodegradables. Pero lamentablemente hay una gran cantidad de materia que no lo es.
A continuación algunos ejemplos de lo que tardan en biodegradarse algunas materias:
Cáscara de plátano o guineos: 2 a 10 días
Pañuelos hechos de algodón: 1 a 5 meses
Papel: 2 a 5 meses
Cáscara de naranja: 6 meses
Cuerdas: 3 a 14 meses
Medias de lana: 1 a 5 años
Filtros de cigarrillos: 1 a 12 años
Zapatos de cuero: 25 a 40 años
Telas de nylon: 30 a 40 años
Vasos desechables plásticos: 1 a 100 cien años
Anillos de plástico (de paquetes de latas de refrescos de aluminio): 450 años
Botellas de vidrio: 4000 años
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